Cuando uno se pone a pensar en el mundillo del cine y todo lo que le rodea, es posible que salten a la cabeza una serie de preguntas sobre él, a las que no he sido capaz de contestar salvo con divagaciones mías. Porque por trivial que parezca, ¿qué le da la nacionalidad a una película? Por eliminación una a una de las posibles respuestas, he llegado a un resultado que no es tan estupendo como me gustaría.
A ver, empecemos. Lo que primero salta a la cabeza podría ser la nacionalidad del director de la misma. Pero eso en seguida se descarta porque en muchas ocasiones no son los directores los que eligen la cinta a filmar, sino que son las películas las que eligen quién se sienta en la silla de tela privilegiada. Y si esto no te convence, pongamos un ejemplo: el director alemán, y con perdón para los verdaderos directores, Uwe Boll, que entre su palmarés cuenta con cintas germanas, estadounidenses y canadienses. Descartada, pues, la nacionalidad del director.
Entonces, ¿será la de los actores, o al menos la de los protagonistas? Me parece que no hay que poner demasiados ejemplos para darnos cuenta de que no. La española Ágora, de Amenábar, que se estrenará en septiembre, tiene por protagonista a la británica Rachel Weisz. Y está rodada en inglés, por lo que el idioma en el que se hable tampoco sería nuestra respuesta.
Otra opción sería la localización de la película, dónde se desarrolla la acción. Basta con pensar en cualquiera de las británicas de James Bond y sus viajes alrededor del mundo para descartarlo. Con ese mismo ejemplo también eliminaríamos el país donde se rueda la cinta.
Y no sé a vosotros, pero a mí sólo se me ocurre una última posibilidad: la procedencia del dinero. La productora que financia el proyecto, que paga a todos los involucrados y que se queda la recaudación de la película. Y me parece lo menos apropiado, ya que es de donde menos talento sale. Pero bueno, ya se sabe que en este mundo el que tiene el dinero y lo pone sobre la mesa puede hacer lo que le dé la gana.
1 monería:
Definitivamente, el dinero manda...
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